21 febrero 2006

La lengua invisible

La situación de las hablas tradicionales de Cantabria es muy precaria y conviene analizar algunos de los problemas internos que la acosan. El primero y quizás el más dañino es el desconocimiento general por la invisibilidad de la lengua. Está claro que si el uso de nuestras hablas fuera un hecho perfectamente observable para la mayoría de la población, la actitud ante la misma sería muy diferente. Por el contrario, la falta de presencia provoca que la postura más habitual sea, si no su negación, al menos su definición como lengua muerta.

Y la verdad, razones hay para ello. ¿Cuántas personas existen en Cantabria no ya que sean hablantes, sino simplemente que hayan estado en contacto con alguna de nuestras hablas tradicionales? Por supuesto que sigue siendo lengua de uso en múltiples ocasiones pero siempre entre una minoría dentro de Cantabria y en un entorno geográfico (generalmente zonas alejadas de los núcleos urbanos) y social (conversaciones familiares, nunca delante de extraños…) que le impide hacerse presente ante el resto de la población, lo que la degrada aún más. Sólo así se explica la desidia de autoridades y lingüistas. Sólo así que mientras se recuperen los mitos, los trajes, la música y las danzas tradicionales, el patrimonio lingüístico siga en el olvido.

Y así se va matando y van muriendo nuestras hablas. En breve el envejecimiento, el despoblamiento y la emigración les darán la puntilla.

14 febrero 2006

Neutralidad

A nadie le gusta que nada más abrir la boca, aunque sea para pedir el pan, todo el mundo pretenda saber lo que uno piensa. Utilizar determinado idioma se considera como sintomático de lo que uno opina en política o en cualquier otro campo. Tremendamente comprometedor. Esto es precisamente todo lo contrario de lo que tiene que ser un idioma. Los idiomas tienen que ser neutrales. Cómodos y neutrales para dejar, que a su trasluz, expresemos nuestras ideas. No ser ellos mismos la idea central.
Inaciu Iglesias La identidá asturiana, Ámbitu; Uviéu, 1993

Idiomas neutrales. Por la utilización que se hace de ellos parece impensable, pero no deja de ser algo lógico. Cada lengua crea un mundo diferente que sólo puede ser expresado con sus palabras; cada lengua que muere mata un mundo. Pero no un mundo político, sino un mundo interminable de relaciones humanas y con la naturaleza ajeno a cualquier debate partidista. Un sentimiento, un paisaje, un momento, que sin esas palabras no existiría. Por eso luchamos por las lenguas minoritarias: para proteger la diversidad cultural, para preservar otros mundos.

07 febrero 2006

Despolitizar

Desde que en el siglo XIX se ligara el concepto nación a partir de la existencia de distintos grupos lingüísticos, la lengua siempre ha estado unida al nacionalismo. La existencia de una comunidad lingüística definía la existencia de una comunidad nacional con derecho a constituirse en estado soberano y, por el contrario, los estados soberanos buscaban la homogeneización lingüística como refuerzo de su legitimidad.
Aunque muy matizada por el paso de los años, todavía en el siglo XXI está consolidado el binomio lengua-nación que hace que los aspectos lingüísticos (de por sí un mero hecho cultural) transciendan fácilmente a la política. Una relación que en el caso de muchas lenguas supone su condena a muerte. Cantabria es un caso paradigmático. Imposible explicar de otra forma que un presidente regional nacido y criado en Polaciones pueda decir que la única lengua que existe en Cantabria es el castellano. Podríamos achacarlo a la ignorancia, pero quizás sea más acertado creer que se debe a otro intento por alejarse de tesis nacionalistas. Y qué mejor forma que negar su propio patrimonio lingüístico como prueba definitiva. También desde el nacionalismo se produce un movimiento parecido pero contrario: negar al cántabru como lengua propia es cuestión fuera de lugar.
Por supuesto existen muchos otros ejemplos en los que no se produce esta relación, pero en líneas generales, la idea está profundamente arraigada. Una idea que, dada la escasa implantación del nacionalismo en Cantabria juega completamente en contra de las hablas de nuestra tierra. Quizás algún día el nacionalismo tenga suficiente fuerza como par imponer sus tesis, pero para ese día ya no habrá nada que conservar.
Por tanto, es necesario que la cuestión lingüística se convierta en un tema transversal dentro de la política en Cantabria, que no se vea afectado por la lucha partidista que domina la política y no sea utilizada como arma arrojadiza entre unos y otros.
Despolitizar. No porque no sea una cuestión política en el sentido etimológico del término (que sí lo es), sino porque no debe convertirse en una debate partidista en el triste sentido que a veces toma en nuestro sistema democrático. Nuestra riqueza cultural depende de ello.

01 febrero 2006

De palabreros a diccionario

La distancia que separa a las hablas de Cantabria de su normalización es enorme, insalvable si no se mira con optimismo. En contra de algunos intentos ya realizados, normalizar no puede ser el trabajo de un erudito que recopila libros y artículos y los funde en una mixtura irreconocible, sino un trabajo colectivo que requiere disponer de muchísima materia prima de calidad. Esa materia prima no pueden ser sino estudios sobre el terreno de nuestras hablas que, realizados con el suficiente rigor filológico, puedan ser utilizadas como base de trabajo. En algunos aspectos el estado de la cuestión es lamentable: peculiaridades como el neutro de materia sólo cuenta con tratados específicos para el oriente (Laredo, Junta de Voto) y las conjugaciones solo han sido tratadas en profundidad en unos pocos estudios. El camino es enorme y por ello hay que comenzar a trabajar muy desde el principio: todavía con grabadora, bloc y lápiz para retratar lo que existe.

Sin embargo, el vocabulario es un elemento de nuestras hablas que sí ha sido estudiado muchas veces por su atractivo. En ocasiones con poca rigurosidad, pero en general mostrando un material muy aprovechable. Es por ahí por donde podemos iniciar la normalización; recopilando palabreros, analizando las obras clásicas de Pereda o Llano y comenzando a crear un corpus susceptible de ser transformado en un diccionario, herramienta básica en cualquier lengua. Las palabras, al contrario que las estructuras gramaticales, son más resistentes al paso del tiempo, más duraderas y más fáciles de reconstruir. Empecemos por ahí.